V (Mirage)
Mangara estaba cansado. El hombre, siempre activo, había
decido que era tiempo de tomar algunos días para reponer fuerzas. El continente
de Jamuraa era vasto, y él atendia
muchos asuntos, más aún en los tres estados principales al norte: Suq’Ata, Zhalfir y Femeref. Históricamente
siempre habían tenido “rencillas”, por decirlo suavemente. Jamuraa
era realmente
inmenso, sin embargo ,
las tres naciones compartían límites. Cualquier centímetro era peleado. La
brillante diplomacia de Mangara había
ayudado a resolver las tensiones entre las tres naciones, lo cual le hizo merecerse
el respeto de la gente de los tres estados independientes. De manera natural
fue ganándose a los jefes y líderes de todo el norte del continente. No hace mucho había adquirido
el control de los asuntos, sin proponérselo, pero contento de velar por los
intereses de los habitantes de toda la región que conformaban las tres grandes
naciones. así pues, Mangara se convirtió en uno de los hombres más poderosos de
Jamuraa gracias a su habilidad política. Todo asunto pasaba por él. Gobernando
con mano honesta, había traído una era de prosperidad e igualdad. “Sólo soy un
hombre” se decía a si mismo Mangara para poder darse el lujo de descansar. Diplomático
hábil, sin
embargo, no
fue por eso que llegó a esa región del Norte de Jamura hacía ya 50 años, en el
4150 AR.
Desde hacía 200 años en la
región conformada por los tres estados, Suq’Ata, Femeref y Zhalfir,
concretamente en el golfo que formaban en el mar de Kukemssa, extraños
fenómenos se presentaban. Sin ser cíclicos y constantes durante el año, algunos días duraban más de lo
normal, mientras que otras veces los días pasaban en cuestión de 5 horas. En
algún momento la Isla de Teferi, que
según los rumores era dónde residía el famoso mago, desapareció dejando sólo un
pedazo de tierra. Todo esto pareció muy extraño a los habitantes de las costas
del continente, pero como Teferi (aunque conocido por nombre) rara vez
se dejaba ver, no pareció molestarles el hecho de que desapareciera.
Sin embargo, esto atrajo la atención de
tres magos en particular: Jolrael, Kaervek y el mismo Mangara. Intrigados
por las energías temporales que sentían, los tres magos, cada uno por su
cuenta, llegaron a Jamuraa. El trío acordó instalarse en la región para vigilar
la Isla de Teferi, o lo que quedaba de ella.
La maga Jolrael fue la primera
de los tres en llegar. Originaria de Zhalfir, había llegado a conocer a Teferi,
por lo que la desaparición del lugar donde el famoso mago vivía fue una alerta para ella. A diferencia de
Mangara, Jolrael no tenía don de gentes, incluso renegaba de los extranjeros. Xenófoba
confesa, prefería la compañía de bestias. Al hablar con
Jolrael, la gente se daba cuenta que, hábilmente, se enteraba de dónde eran. Para ella Zhalfir era superior a las demás
culturas de Jamuraa. Al entablar conversación con Mangara, y enterarse de que
él no era originario de Jamuraa, sino de Corondor,
una isla al norte de Jamuraa, de inmediato lo trató de manera parca. Aun
así, se dio cuenta de las habilidades de Mangara, su don de gentes y eso la
impresionó, pero no dejaba de tratarlo de manera seca. Jolrael fue la que
informó a Mangara acerca de la influencia de Teferi en la zona. Le explicó que
si bien era un ermitaño, gracias a él había habido paz durante mucho tiempo. Era un hecho que
los rumores de que Teferi había abandonado la isla (sino es que había muerto)
harían que las tribus estado de Jamuraa volverían a ser hostiles. Mangara no estaba seguro si Jolrael
prefería una actitud hostil entre las naciones. Decidió no preguntarle
directamente a ella, sino que entabló conversaciones con los jefes de tribus
locales.
Kaervek llegó de Urborg. Ambicioso y talentoso para el
uso de la magia, desde muy temprana edad, había querido ingresar de joven a la Academia de
Tolaria. Al no poder conseguir ese objetivo se dedicó a ofrecer sus servicios a
diferentes señoríos de las islas que rodeaban a Urborg. Así aprendió de
diversos maestros varias técnicas que le ayudaron a enfocar su talento. Cuando
se dio cuenta del flujo de energía temporal que emanaba del Golfo de Jamuraa,
decidió viajar hasta ahí, convencido de que podría sacar provecho de esa energía.
Al llegar no encontró nada útil, solo los restos de la Isla de Teferi.
Decepcionado, pero intrigado por el hecho de que otros dos magos habían llegado
al mismo punto que él, decidió sacar provecho de ello. Rápidamente se alió con
Jolrael y aprendió mucho de ella de manera más formal. Aún cuando Kaervek no era de Zhalfir, su
carisma hizo que Jolrael pasara por alto su ascendencia. En un principio también
Mangara era generoso con su conocimiento hacia Kaervek, sin embargo, el tiempo que Mangara empezó a pasar con
los líderes de Suq’Ata, Femeref y Zhalfir, impidieron que Kaervek ahondara más
en la magia que dominaba el mago.
Mangara, aún con su tiempo
destinado a los asuntos políticos, generosamente les pedía a Jolrael y a
Kaervek que al menos una vez al mes se reunieran para ver si había cambios en
la isla de Teferi. Comparaban notas sobre la duración de los días a lo largo de
los cambios de tiempo. A veces Mangara faltaba a estas reuniones. Su apretada agenda o
ubicación hacían imposible que estuviera presente.
- Otra vez nos dejó plantados – Dijo Kaervek sin
mostrar emoción.
- Ya ha sido así otras veces – replicó Jolrael.
- La gente lo aprecia, ha hecho mucho por la paz…
Ya lo consideran un verdadero jamuraano.
- No importa lo que la gente piense. No lo es,
nunca lo será. – Dijo Jolrael de manera seria.
- ¿Qué importancia tiene? – Preguntó Kaervek –
Sabes que la gente es la que manda. Pero Mangara parece mandarlos a ellos.
Los líderes de Suq’Ata, Femeref y Zhalfir hacen lo que él ordena.
- Tontos – respondió Jolrael – La gente necesita
la figura de Teferi, un verdadero hijo de Zhalfir.
- Sus viajes lo llevan cada vez más hacia el este…
- Sé tú preocupación. Ya antes hemos hablado de
esto. – sentenció Jolrael.
Jolrael había ya escuchado
muchas veces a Kaervek insinuar que Mangara planeaba tomar el control de todo
el continente. Ambos se habían convencido de que Mangara solamente había
llegado a la Isla de Teferi a comprobar si la ausencia del conocido mago haría
que él pudiera gobernar. “¿Ambos estamos convencidos?” Pensó Jolrael… ya no recordaba
si era convicción suya o de Kaervek. “No me gustan los extranjeros” se dijo a sí
misma, “Kaervek también es extranjero…” pensó. Esa actitud le había valido
regaños de Teferi al decirle, alguna vez, que su mejor amiga era una ghitu, llamada Jhoira.
A Jolrael le resultaba difícil confiar.
-
Confío en ti Kaervek – dijo la maga – Mangara no debe tener tanta influencia sobre la gente de Jamuraa.
Kaerverk la miró y sonrió, mientras sus pensamientos lo llevaban a lo más profundo de su mente.
VI (Mirage)
Hanna estaba feliz. El viento se estrellaba en su cara haciéndola sentir
viva. Estaba aprendiendo a viajar y trabajar en barco, y aunque era una labor
dura, la hacía feliz. Por primera vez, desde hacía tiempo, estaba en el camino
que quería estar. Su salida de la Isla de Tolaria había sido en secreto. El
barco que la llevaría hacia Nueva Argive no tenía la suficiente cantidad de
navegantes para poder llevar un viaje tranquilo. De buena gana dijo que
ayudaría si le mostraban cómo hacerlo. El capitán, un hombre ya viejo (pero
educado) ponía límites a su tripulación en cuanto al trato con las mujeres: ponía
el ejemplo y todos lo seguían. De esa manera, Hanna aprendía cada día algo nuevo
en su largo trayecto hacia la isla en la que quería estudiar artefactos. Los
días pasaban rápido, siempre había algo que hacer o arreglar. En las noches,
caía rendida. Y aunque tenía ánimo para leer, al tocar su cama, rápidamente
caía dormida.
Una noche se propuso al menos
hojear el libro que había encontrado en su mesa la noche que huyó de Tolaria. Esperaba tener tiempo de
leerlo en la universidad de Nueva Argive, sin embargo, era consciente de que entre
tareas y clases tendría poca oportunidad de hacerlo. Al abrirlo lo primero que
le llamó la atención fue la primera página, tenía una nota que estaba escrita a
mano. Comenzó a leerla: “Éste libro no
tiene valor, al menos para el común de la gente. No esperes una lectura fácil. 4000 años de historia esta escrita en este volumen. Muchos
nombres y lugares son antiguos, pero no dejan de tener relevancia el día de hoy.
Tu destino no es estudiar magia en Tolaria”.
La última línea hizo que Hanna
se sorprendiera. ¿Quién le escribió esta nota? Hanna pensó que no pudo ser su
padre. Barrin no era del tipo de
padre amoroso, pero Hanna lo respetaba, incluso cuando él se negaba a que ella estudiara ingeniería. Hanna continuó leyendo la nota escrita a
mano: “Cuando leas esto ya no estarás
presente en las clases de Tolaria. Se hablará del diario de Jarsyl, el cual
describe su entrada hacia el plano de Phyrexia, lo inquietante no es que haya
descrito su entrada, sino que el diario fue encontrado junto a un portal phyrexiano
misteriosamente cerrado, pero no en Koilos.
La invasión se acerca. Tus estudios de artefactos serán determinantes para lo
que viene.”
Toda idea del último párrafo
la desconcertó. “¿Esperaban que me fuera?” Pensó Hanna. Quien hubiese dejado el
libro en su cuarto sabía de su huida planeada. No pudo más que enojarse con sus
padres… ¿Tanto batallar por su permiso para que al final supieran que ella iría
a Nueva Argive? Estaba furiosa… “Invasión”… “Phyrexia”… su enojo se transformó
en una actitud de análisis. La Academia de Tolaria fue creada para ese
propósito: Evitar la invasión de Phyrexia. “Ni siquiera sabemos si existe” pensó
Hanna. Había muchos escritos sobre Phyrexia en la biblioteca de la universidad.
Incluso algunos de esos escritos hablaban de como la Academia de Tolaria había
sido invadida por phyrexianos, “seres de metal y carne” recordaba Hanna de las descripciones escritas. Su padre enseñaba magia, y aunque siempre hablaba
de cómo debían estar preparados para enfrentar en cualquier momento una
invasión, Hanna y sus compañeros creían que su generación no sería la
que lucharía contra Phyrexia. Los escritos que Hanna había leído en la
biblioteca hablaban de cómo en el año 3307 Phyrexia arrasó con Tolaria. ¿Cómo
pudo arrasar con Tolaria y sin embargo nadie hablaba de eso? Incluso el escrito
llegó a decir que Barrin y Teferi murieron. “Sí claro, mi papá está muerto
o tiene más de 1000 años” se burló… “Phyrexia… y el Amo de las Máquinas” con estas palabras Hanna quedó dormida.
ooo
Habían pasado 3 meses desde
que Hanna llegó a Nueva Argive. Con las pruebas de aptitud había adelantado
varios cursos y materias. Se alegró de que, después de todo, las clases de la
Academia de Tolaria hubieran servido de algo. En una de sus clases conoció a una
chica llamada Orim. Descendiente de samitas, Orim se
especializaba en magia de curación y protección, una rama que en
Tolaria no era practicada. Se hicieron amigas y para medio curso ya
compartían cuarto. Cierta noche Orim le preguntó sobre el libro que tenía
debajo de la cama, pero nunca leía.
-
¿Acaso es tu diario Hanna? ¿Algún secreto que
deba saber? – Preguntó Orim divertida.
-
No, nada de eso. Un regalo de mi última noche en
Tolaria.
-
¿Sentimental entonces?, ¿Te lo dio tu novio que aún te espera?
-
No, sólo son historias.
Hanna recordó a Ertai. Nunca
sintió algo por él más que una fraternal amistad. E incluso se sintió
avergonzada de ni siquiera haber pensado en él durante todos los meses
posteriores a su salida de Tolaria. “Él está bien” pensó.
-
¿Puedo leerlo? He adelantado a mis trabajos y
no tengo mucho quehacer – preguntó Orim.
-
Sí, no hay problema. Deja te lo paso.
Hanna tomó el libro y en el
momento en el que se lo alcanzó a Orim y ésta lo tocó, algo ocurrió. De entre
las páginas del libro comenzó a brotar luz y apareció ante ellas un hombre
incorpóreo, aunque en esencia de niebla, sus facciones se notaban bien. Se
dirigió hacia ellas.
-
El tiempo apremia. El portal en el cual se
encontró el diario de Jarsyl, hace que todo tenga que desarrollarse con más
prisa. Mi nombre es Jodah, y soy un
mago con descendencia directa de los hermanos… de Mishra… de Urza…
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