III (Mirage)
La nave Weatherlight. Una nave inmensa diseñada para la aventura. Eso
pensaba su capitana Sisay. La nave
en forma de barco, Vientoligero le
llamaban en Zhalfir. Sisay había
heredado la nave por parte de su familia. Tiempo atrás, cuando aún era niña, un ataque
había acabado con la aldea donde vivía, mientras ella visitaba la Academia de
Tolaria en un viaje que invitaba a jóvenes y niños a unirse para estudiar
magia.
Al regresar, no quedaba nada del lugar donde vivía, sin embargo, mientras
lloraba la pérdida de sus padres, Sisay notó que había metal esparcido en
varias partes de la aldea. A ella el metal le parecía vivo
(a falta de una mejor palabra).
De entre todas las villas que había a lo largo de la costa de Zhalfir, Sisay se
preguntaba ¿Por qué solamente atacaron la aldea en la que vivía?
Al quedar huérfana, fue
capturada por piratas que recorrían las costas de Jamuraa. En las disputas comunes entre piratas, fue tomada
prisionera por una banda rival, pero al tomar venganza contra sus primeros
captores y a su capitán, ganó la simpatía de sus nuevos amigos. Pidió unirse a la tripulación y fue aceptada como aprendiz.
Fueron años de gran formación. Aprendió mucho sobre navegación, sobre dar
órdenes y seguirlas. Su vida fue difícil, sin embargo encaminada, logró el
respeto de sus subordinados, al subir posiciones. Como capitana era justa. A sus hombres no les desagradaba
ser comandados por una mujer.
Durante sus viajes y al ir
creciendo, escuchaba rumores acerca de la Weatherlight y por qué atacaron su
aldea. La nave estaba “oculta” aunque no inactiva. Ella sabía dónde estaba, sin
embargo no sentía ningún deseo de utilizarla. Cada vez que pensaba en
Weaterlight, pensaba en su familia y eran más frecuentes sus sueños acerca de
la nave y de que debía utilizarla. No
entendía su cambio de actitud hacia algo que había evitado por años.
Durante un atraco en Zhalfir,
viajó sola hasta su aldea. Vio como la Weatherlight era utilizada por
pescadores. “Al menos no está oxidada” pensó. Durante la noche trepó hacia la
cabina, una extraña sensación recorría su cuerpo y mente, sabía que buscaba y
dónde. Eso la perturbaba. Dentro de la cabina, debajo del timón, había un
compartimiento. Colocó su mano y abrió. “¿Cómo todos estos años nadie fue
curioso?” dijo en voz alta. Dentro había un tomo bastante grande y un anillo.
Hojeó el libro, pero
no entendía: Era otro lenguaje o estaba escrito en código.
Se colocó el anillo e imágenes de sus padres, del Weatherlight y de máquinas se
plasmaron en su mente. Las palabras Phyrexia
y el Amo de las Máquinas tuvieron
sentido.
A lo largo de milenios en gran
parte de Dominaria, la palabra Phyrexia era sinónimo de muerte. Para la persona
común, Phyrexia significaba una leyenda en la cual un ser querido o conocido
desaparecía sin dejar rastro para después volver. ¿Dónde estuviste? Le
preguntaban, pero no tenía recuerdos. En muchos casos, incluso la persona que
volvía no recordaba ni siquiera su nombre o a su familia y éstos le rechazaban.
Se creó entonces un fuerte miedo a Phyrexia, pero era relativamente nuevo. En
la cultura popular de Dominaria, la
guerra de los Hermanos tenía más arraigo, y cómo era costumbre, al culpar
al conflicto por todo lo malo que sucedió después, se llegó a culpar a los
hermanos de la creación del inferno que era Phyrexia. Y eso llegó a ser para Dominaria: Phyrexia
se convirtió en su infierno. “Si usas magia, al morir tu cuerpo va a Phyrexia”
llegó a decir la antigua Iglesia de Tal.
El Amo de las Máquinas, era el Señor Oscuro, el Amo de la Muerte, amo
de Phyrexia. Se decía que Urza, al final de la guerra, había hecho un pacto con
unos demonios y ellos lo
convirtieron en el Amo de las Máquinas.
Muchas personas en verdad creían esto, pues era sabido que Urza dominó muy bien
el arte de crear artefactos. La leyenda decía que algún día el Amo de las Máquinas regresaría, pero un
arma podría acabar con él.
Sisay recordó todo esto al
colocarse el anillo. Fue ahí cuando lo supo. Los rumores que había escuchado al
crecer, del porqué de la muerte de sus padres y el origen del Vientoligero eran falsos. Con el anillo y al leer el pergamino supo
su misión, supo la verdad: Phyrexia era real, y el Amo de las Máquinas podía
ser destruido. Debía ser destruido. Suya era el Weatherlight, una nave inmensa
diseñada para la aventura. Eso pensaba su capitana Sisay.
Sonrió. Solamente necesitaba una tripulación.
IV (Mirage)
Su madre, Rayne, se limitó a verla a los ojos. Hanna pedía permiso por n-esíma vez. Quería estudiar artefactos
en la universidad de Nueva Argive. Su padre, Barrin, se oponía. Él era mago, al igual
que Rayne, y quería que su hija siguiera ese camino. Aunque sabía que las
capacidades y actitudes de su hija hacia el estudio de los artefactos, no
deseaba ese camino para su hija.
-
Sólo me da excusas e incluso me asigna tareas de
investigación sobre artefactos ¿acaso me quiere torturar? ¿Deja que lea de
artefactos pero no puedo especializarme en ellos?
-
No creo que sea así… tu papá espera que tu curiosidad
sea saciada, pero con límite.
La mirada de Rayne se
endureció. “Conoces la historia… al conocerla uno espera que no se cometan los
mismos errores… aunque sean diferentes personas.” le respondió su madre. El
comentario caló en Hanna. Durante más de 4000 años la imagen de Urza se había convertido
en la del causante de todo lo malo que siguió desde el final de la Guerra de
los Hermanos. No le agradó el comentario implícito de su madre, o al
menos así lo entendió ella. Sin embargo, como académicos que eran, esperaba que
sus padres, ambos, apoyaran algo más su idea de ser una ingeniero artífice.
Llegó la noche. Durante la
cena ninguno de los tres tocó el tema. Barrin apenas y probó bocado. Sus
pensamientos lo absorbían. Rayne comía y lanzaba miradas tanto a su esposo como
a su hija. Hanna comió deprisa. Con mirada firme. Y sonreía antes de dar otro
bocado. Al terminar de cenar Hanna pidió permiso para levantarse, su madre lo
concedió, y mientras subía por las escaleras no dejó de observarla.
Al llegar a su cuarto, Hanna
vio sobre su mesa un libro. Recordó las palabras de su madre: “Tu papá espera
que tu curiosidad sea saciada”. No era raro encontrar libros así. Hanna creía
que su padre se los dejaba, aunque no era común. Normalmente se los daba en
persona. Pero en este caso lo prefirió así. No deseaba hablar con su papá.
Bastantes veces le había dicho un no rotundo a la idea de estudiar en Nueva Argive. Lo que
tenía planeado además implicaba no despedirse. Era su secreto mejor guardado.
Confiaba en Ertai, pero prefirió no decírselo. Incluso contemplaba que su papá
la buscaría. No importaba. Su plan era simple: Viajar hasta la universidad y estudiar artefactos. Era un
viaje largo, pero estaba mentalizada desde hace mucho. “Además tengo lectura
nueva”, pensó mirando el libro sobre la mesa.
Pasaba de la media noche y
Hanna salió de Tolaria.
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