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La Guerra de los Hermanos (Parte 4/7) - Urza's Saga


La última batalla comenzó antes del amanecer. Las máquinas de ambos bandos comenzaron a emitir sonidos. Las vibraciones y zumbidos se escuchaban cada vez más. A la primera luz del alba, los dragones mecánicos de Mishra, que tanto habían hecho por su reputación, se lanzaron hacia adelante. Urza había adivinado que su hermano haría un ataque directo, por lo que colocó a sus triskelions para abastecer de ayuda a sus vengadores y gólems autómatas. Por aire, los ornitópteros mantenían a raya las cabezas de los dragones. Los ejércitos se estrellaron en un estruendo. Hombres y maquinas comenzaron el asalto. Sangre y aceite salpicó el suelo de aquel valle de Argoth.

Tawnos lideraba a un grupo de ingenieros que mantenían la guardia alta cuando vio que, de ambos flancos, bajaban un grupo de hombres con grandes túnicas.
-          ¡Emboscada! – gritó a sus hombres.
Él y sus ingenieros se enfrascaron en lucha hombre a hombre con esos sacerdotes. Tawnos pensó que tenían armadura debajo de esas túnicas, pues los golpes los soportaban bien, cuando se dio cuenta que eran sus propios cuerpos. Los sacerdotes caídos mostraban máquina en vez de carne. Fue entonces cuando las cosas comenzaron a ir mal.

La maquinaria y aparatos de ambos bandos comenzó a atacar y a matar a sus aliados humanos e incluso a combatir entre sí. Ya no eran dos bandos, sino que cada máquina atacaba sin distinción. Tawnos gritó una orden para que las máquinas volvieran a formación, pero no funcionó. Gritó la orden para que dejaran de luchar, también fue ignorada. Finalmente, gritó la orden para desactivar las máquinas, pero tampoco hicieron caso. Tawnos dio un paso atrás y comenzó a retirarse cuando dos autómatas lo persiguieron, su suerte hizo que ambos autómatas comenzaron a pelear entre sí. Mientras corría vio que el mismo caos se desarrollaba en el lado de las unidades enemigas. Tawnos tropezó y se dio cuenta que el suelo estaba lleno de humanos. Las máquinas habían ido tras ellos primero, antes de comenzar a pelear entre sí. Tawnos oyó a alguien gritar su nombre y vio que era Ashnod.
-          ¿Esto lo has hecho tú, mujer?
-          ¡Creí que habías sido tú!
A continuación una tercera voz habló.
-          He sido yo.
Ante ellos Gix, se mostró como una criatura de pesadilla con su cuerpo construido de soportes y cables unidos por tendones de carne, el autómata perfecto.
-          ¡¿Tú?! – gritó Ashnod.
-          Vine aquí a llevarme al vencedor a Phyrexia… aunque no me importa si Urza y Mishra mueren, junto con sus esperanzas y sus estudiantes.
Ashnod apuntó su bastón en contra de Gix, del cual salió  una ráfaga multicolor, haciendo que el demonio se tambaleara.
-          ¡Tawnos, toma mi mochila!
Tawnos no hizo caso a Ashnod, en su lugar sacó también su propia arma.
-          ¡No! Este es mío… toma mi mochila. En ella hay una fuente. Dile a Urza que la llene de recuerdos de la tierra. ¿Entiendes? Que la llene de memorias de la tierra. - Tawnos no se movió, no entendía. Ashnod echó una maldición.
-          ¡Urza va a necesitar la fuente!
Gix se levantó, sus brazos crecieron y de él salieron garras. El bastón de Ashnod lo mantenía a raya, pero ella sudaba y sufría.
-          ¡Ve, patito!
Tawnos agarró la mochila y fue corriendo al campamento al encuentro de Urza. Detrás de él, Gix gritó y Ashnod volvió a echar una maldición. Un halo de luz  iluminó la espalda de Tawnos y luego nada.

ooo

Urza se encontraba sólo en su campamento. Sus ayudantes y aprendices habían huido o muerto. Urza se quitó sus gafas y se tocó el puente de la nariz, “tanto esfuerzo en vano”, pensó. Sus 64 años le pesaban. Sabía que no podría volver a empezar. Esta había sido la última batalla de una guerra interminable y había perdido. Su hijo Harbin estaba a salvo de regreso con su esposa y Tawnos siempre regresaba, era hora de que él lo hiciera.
Pensó en Harbin y en lo que le contó acerca de Titania, que había seres más poderosos que el artificio y la maquinaria. Tal vez su hijo tenía razón, pensó, pero ya era tarde para eso. “Tal vez siempre ha sido tarde”.
Se produjo un movimiento a la derecha de Urza, quién se volvió esperando a ver a Tawnos, pero en su lugar se mostró una figura más musculosa y joven.
-          Hola, hermano – dijo Mishra.
 

Urza se sobresaltó. Mishra parecía no haber sufrido cambio alguno desde que se habían reunido por última vez hace ya casi 30 años. En todo caso parecía aún más joven, más fuerte y seguro. Instintivamente, Urza se llevó la mano a la piedra de poder que le colgaba de su cuello
-          Te ves mal – dijo Mishra a continuación. Una sonrisa fría se dibujaba en su rostro – Tus máquinas te han succionado la vida. Ese ha sido tu error. Uno de muchos.
La cercanía de ambos hermanos hizo que las piedras que ambos cargaban en su cuello comenzaran a brillar. Mishra tomó la suya, sosteniéndola con la mano, apuntando a Urza, comenzó a hablar.
-          Tal para cual… ¿Cuánto tiempo hemos luchado? ¿Y por qué, hermano? ¿Por baratijas como esta? ¿Para gobernar naciones y personas?
-          Yo sólo quería aprender – respondió Urza – sólo quería construir mis dispositivos.
-          Te has dejado envejecer… ¿Quieres negociar una última vez o tengo que matarte ahora?
-          ¿Todavía quieres mi piedra? – preguntó Urza, agotado hasta para hablar.
-          Quiero eso y ¡más!... Ha sido un largo camino hasta aquí… - respondió Mishra. - ¿Lo recuerdas, hermano? ¿Recuerdas lo que nos trajo hasta aquí? ¿Recuerdas cómo empezó todo?

Urza, viejo y encorvado, veía a su hermano, joven e imponente. La pregunta de su hermano le pareció distante. La nostalgia lo invadió y comenzó a recordar tiempos más simples. Tiempos mejores.

Adaptación del poema épico The Antiquities War, escrito por Kayla bin-Kroog

 

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